Psicoanálisis y Zen
Tal como Lacan indica que las palabras son el punto de apoyo del inconsciente, todo en el universo no es más que una cuestión de punto de apoyo para existir, ser revelado, y tiene que descansar en un punto de apoyo.
Por ejemplo, el movimiento descansa sobre la inmovilidad, por eso en zazen no hay que moverse. Durante zazen si se quiere descubrir el mundo interior, el mundo del espíritu, el punto de apoyo es el cuerpo. Del mismo modo, sin luz como punto de apoyo, la oscuridad no podría existir y sin oscuridad, la luz no significaría nada. El espíritu siempre toma apoyo en el cuerpo para ser revelado. La substancia misma del cuerpo y de la materia es en sí misma espíritu. Porque no se puede diferenciar materia y espíritu.
Si se diferencian las cosas, es para obtener puntos de apoyo. Por ejemplo pierna derecha, pierna izquierda, para avanzar, para andar, si no tiene una pierna que va detrás, tampoco tiene una pierna que va delante. Igualmente hay que comprender bien, discernir las cosas. Por ejemplo en zazen, ésto se hace evidente rápidamente con el cuerpo, con la materia de nuestro ser, se perciben las cosas. Si no se tiene cuerpo, no se sentirían las cosas. El cuerpo es el punto de apoyo de las sensaciones
El zen, sobre todo cuando se empieza, es bastante difícil. Esta postura es difícil y la primera cosa que usted descubre, es que el cuerpo material es doloroso. Después, se distinguen las diferentes sensaciones de placer y dolor. Hay gente que le toma gusto al dolor. Gente a la que le gusta sufrir o que son masoquistas. Y finalmente uno se da cuenta de que fundamentalmente las distintas sensaciones del cuerpo son realmente nociones. Por tanto, hay que centrar la sensación en su conjunto. Para ésto, de nuevo, hay que tomar apoyo.
La postura de zazen es estricta. Es una postura que la humanidad practica desde un tiempo que no podemos evaluar exactamente pero como mínimo 5000 años, probablemente 10, 100 mil años. En todas las tradiciones en las que aparece, todas las descripciones de esta postura son iguales, exactas, precisas. El humano se sienta sobre un cojín que puede ser un montón de hierba, o incluso aveces, se sienta sobre una piedra, eleva ligeramente el trasero, bascula la pelvis hacia delante, estira la columna vertebral bien recta, la espalda bien recta, la cabeza derecha. Empuja el cielo con la cabeza, tiene las piernas cruzadas en loto o en medio loto, las rodillas apoyadas en el suelo. El punto de apoyo absoluto, donde se tiene la posibilidad a la vez de relajarse y abandonarse totalmente pero al mismo tiempo hay un tono muscular suficiente para permanecer perfectamente vigilante, no dormirse. Y ahí, se observa el propio cuerpo y el propio espíritu.